domingo, 27 de octubre de 2019

Celebración de la Fiesta de Cristo Rey en Córdoba

Tal como se había convocado, para celebrar la magna solemnidad de Cristo Rey un grupo de tradicionalistas del sur de España acudimos hoy a la pedanía de El Vacar (Espiel), donde el administrador parroquial del lugar y capellán del cercano monasterio del Oasis de Jesús Sacerdote de Villaviciosa de Córdoba, Rvdo. P. Juan Evangelista Vila Gallardo, ofició el Santo Sacrificio de la Misa, según el rito romano tradicional codificado por San Pío V, de feliz memoria, a quien precisamente está consagrada la bella iglesia de El Vacar.

Instantánea tomada durante la consagración, ante las banderas de España y del Requeté.
Junto al altar se halla un hermoso retablo con la imagen de María Santísima en el centro y bellas vidrieras
a los lados que representan el Sagrado Corazón de Jesús, a la izquierda, y San Pío V, a la derecha.

En su impecable homilía, el P. Vila afirmó con contundencia lo que debería ser evidente para cualquier cristiano, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo (también durante su vida terrena) y la imposibilidad de adorar a Dios y a cualquier ídolo pagano al mismo tiempo, recordándonos también la perversidad intrínseca de ideologías como la comunista que pretenden crear un paraíso en la Tierra de espaldas a Dios.

Tras oír misa con fervor, fuimos a comulgar y ofrecimos el pan celestial recibido por la Santa Iglesia Católica, por el reinado social de Cristo en España y por las necesidades personales de cada uno.

Entonando el Oriamendi a la salida de la misa.
Acabada la Santa Misa y tras los cánticos y vítores de rigor, fuimos a un restaurante cercano junto a los dos venerables religiosos que tuvieron la bondad de acompañarnos, siguiendo la sana costumbre carlista de rodearnos de frailes, que siempre fueron blanco predilecto de las iras del liberalismo y el marxismo. Tras comernos unos suculentos churrascos algunos, pescado los otros, acompañado todo ello de buen vino, el coordinador de la Comunión Tradicionalista para la zona sur-oeste, D. Rodrigo Bueno, se dirigió a los reverendos frailes, al anfitrión, D. Jesús Sosa, Jefe de la Comunión Tradicionalista en Córdoba, y al resto de los presentes, pronunciando el siguiente discurso:

Amigos, el día de hoy es un día para reforzar nuestras convicciones tradicionalistas; para recordar que seamos muchos o pocos, lo que cuenta es que estamos del lado de Dios, pues la Iglesia nos ha enseñado que es imposible ser demo-liberal y católico al mismo tiempo, siendo el liberalismo, la democracia liberal, el parlamentarismo o como queramos llamarlo, el régimen que aspira a que la mayoría decida sobre todas las cosas, pretendiendo así ilusamente silenciar a Dios, «jubilar a Dios», como decía el gran Jesús Evaristo Casariego. Pero nuestro Padre celestial es quien nos ha creado, quien nos ha dado la vida y todo lo que tenemos; y por eso toda la sociedad le debe obediencia, ¡porque somos suyos!
Recordemos que al instituir esta fiesta de Cristo Rey, S.S. Pío XI nos dijo lo siguiente:  
«La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.  
A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana».  
Estas palabras del Santo Padre lamentablemente han sido olvidadas en nuestra Patria. Si el espíritu de Cristo reinara en las conciencias, en las leyes de la nación, en las instituciones públicas y en los hogares, la paz, la fraternidad, la caridad y el amor no hubieran sido arrollados por la guerra de sexos, por la guerra contra la naturaleza, por el odio, por el encono contra la fe y contra la unidad de España, por la ira insatisfecha con la muerte, con cientos de miles de abortos, y que busca satisfacerse hasta con la profanación de los muertos, como hemos visto estos días en el Valle de los Caídos con las cenizas del General Franco, a lo que seguirá, si Dios no lo remedia y nadie lo impide, la demolición de la Santa Cruz más grande del mundo, para regocijo de la masonería internacional, que, quien nos lo iba a decir, parece tener hoy en la misma Roma, en la ciudad eterna, a uno de sus mejores aliados. 
Pero Dios pondrá a cada uno en su lugar y no podemos excusarnos continuamente en las faltas de los demás, sean estos quienes sean, para no cumplir nuestra obligación. 
Recordemos el ejemplo de nuestros antepasados, que alentados por la fe que nos trajo por primera vez Santiago y los siete varones apostólicos que le acompañaban, entablaron en la cueva de Covadonga una lucha de ocho siglos contra el formidable poder de la Media Luna, desoyendo al traidor obispo Oppas, y salieron finalmente victoriosos. 
Esa misma fe fue la que impulsó y desarrolló la verdadera civilización y condujo a nuestros marinos al descubrimiento de nuevos mundos, y que en tiempos más recientes, como decía Balmes, selló el cúmulo de tantas hazañas y grandezas derrotando al llamado capitán del siglo, Napoleón, y también, añado yo, al capitán del siglo siguiente, el genocida Stalin, que pudo con media Europa pero no con España. 
Hoy es un día para recordar también estas proféticas palabras de Donoso Cortés, escritas hace casi 170 años y que se están cumpliendo al pie de la letra:  
«El liberalismo y el parlamentarismo producen en todas partes los mismos efectos: ese sistema ha venido al mundo para castigo del mundo: él acabará con todo, con el patriotismo, con la inteligencia, con la moralidad, con la honra. Es el mal, el mal puro, el mal esencial y substancial. Eso es el parlamentarismo y el liberalismo. Una de dos: o hay quien dé al traste con ese sistema, o ese sistema dará al traste con la nación española». 
Hay quien piensa, incluso en nuestras filas, que no hay más remedio que conciliar la Tradición con el liberalismo, porque esto último es lo que “ha triunfado” en la sociedad. Craso error. El liberalismo hay que erradicarlo de raíz, y valga la redundancia. Me diréis: «¡pero es que para ello hace falta un milagro!» Ciertamente. Y como católicos creemos en los milagros. Y para que se produzcan en primer lugar Dios nos pide fe, como le pidió fe al ciego al que le dijo “tu fe te ha curado”. Pero recordad que Dios no obra el milagro si no ponemos de nuestra parte, pues cuando Nuestro Señor quiso que hubiera vino donde no lo había, dijo a los sirvientes que llenaran las hidrias de agua ad súmmum, hasta arriba, para lo cual tendrían que hacer primero un largo recorrido hasta el pozo, pues en aquella época bien sabemos que no había agua corriente. Y en ese recorrido debemos estar nosotros también. Y debemos llenar las hidrias no hasta la mitad, sino hasta arriba, lo que quiere decir que tenemos que darlo todo por la Causa.
Pero además tenemos la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús al P. Hoyos: Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes
Restauremos pues el Reinado social de Cristo. Creamos que es posible. Tengamos fe. Somos soldados de Cristo, no lo olvidemos. Mantengamos vivo el espíritu del 2 de Mayo y del 18 de Julio. Vencimos y venceremos.  
¡VIVA CRISTO REY!

Después de un sonoro aplauso, tomó la palabra D. Jesús Sosa, que leyó el manifiesto de S.A.R. Don Sixto Enrique de 17 de julio de 2001, perfectamente actual, que fue recibido con atronadores vivas al Abanderado de la Tradición.

Finalmente, acudimos al cementerio de San Rafael, donde rezamos por el alma del Jefe del heroico Tercio de Requetés de San Rafael, D. Fernando Villalba Ariza, y nos comprometimos a seguir su ejemplo y el de tantos otros soldados de la Santa Causa.



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