José María de Alvear y Abaurrea (1900-1936) |
José María de Alvear y Abaurrea fue un político y aristócrata español, nacido en Sevilla el 1 de marzo de 1900 y muerto en acción de guerra, en Navalperal de Pinares, el 31 de julio de 1936.
Era hijo de los condes de la Cortina y caballero profeso de la Orden de Santiago. Cursó los primeros estudios en Chamartín de la Rosa con los PP. Jesuitas, desde donde pasó a Inglaterra, al colegio que los mismos tenían en Mount St. Mary's, en Chesterfield. Estudió luego varios cursos en el Instituto Católico de Artes e Industrias, de Madrid, con objeto de completar sus conocimientos y poder ayudar a su padre en el negocio de vinos que poseía en Montilla (Córdoba).
Desde que tuvo edad para actuar en política, se adhirió a la Comunión Tradicionalista, desempeñando al poco tiempo el cargo de jefe provincial de Córdoba, realizando en toda la provincia una intensa campaña de propaganda al implantarse la República en 1931, campaña que culminó en el magnífico mitin que, en abril de 1932, tuvo lugar en la plaza de toros de Córdoba y del cual fue el principal organizador. Los tradicionalistas de la Andalucía occidental celebraban a la sazón la Semana Tradicionalista, con motivo de la cual se dieron mítines en las cuatro capitales de dicha región y en numerosos pueblos importantes, tomando parte los principales oradores de la Comunión, y debiendo terminar con un mitin en la plaza de toros de Sevilla. Ante el éxito obtenido en esa campaña, el Gobierno de la República prohibió el acto de Sevilla, por lo que los organizadores, en un gesto de audacia, decidieron trasladarlo a la plaza de toros de Córdoba. En la madrugada del día fijado fue comunicada la suspensión del mitin; pero como ya se encontraban en camino trenes especiales y caravanas de autobuses de toda Andalucía, a la llegada del tren especial de Sevilla se organizó en la estación de Córdoba una imponente manifestación, presidida por el jefe regional Fal Conde, Alvear y los oradores conde de Rodezno, Lamamié de Clairac y Esteban Bilbao. La manifestación aumentó notablemente al llegar al paseo del Gran Capitán, donde empezaron a ondear banderas bicolor entre vítores y aclamaciones delirantes. De la mayor parte de las casas recibían muestras de entusiasmo, apareciendo colgaduras en los balcones, siendo éste el primer acto en que, desde el advenimiento de la República, se enarbolaron banderas rojo y gualda. Durante el discurso de Esteban Bilbao entró la fuerza pública, invitando a disolver el acto y deteniendo a los oradores, a Fal Conde y a Alvear, pese a que algunos de los primeros eran diputados.
José María de Alvear, hombre recto y austero y trabajador infatigable, ocupó el antes citado cargo político, de tanta responsabilidad, sin perjuicio de la enorme ayuda que prestaba a su padre en las labores agrícolas y en sus bodegas, donde, por su bondad y constante ejemplo, era querido como un padre por los obreros todos.
A pesar de la preponderancia de los socialistas en Montilla, fundó allí un Círculo Tradicionalista, que llegó a reunir más de cuatrocientos socios, y, por falta material de sitio, viose precisado a no admitir nuevas solicitudes.
Encarcelado con motivo de los sucesos del 10 de agosto de 1932, fue llevado en conducción ordinaria y esposado desde Sevilla a Córdoba.
Al llegar las elecciones de febrero de 1936, y haciéndose insoportable la vida en el pueblo, llevó a su familia a Sevilla, pasándola en abril a Portugal y continuando él en España para seguir luchando por sus ideales.
En diversas ocasiones, el jefe de los tradicionalistas, Fal Conde, con quien le unía estrecha amistad, le encargó delicados asuntos, cuyo cumplimiento llevó a cabo con el mayor celo y prontitud. Tomó parte muy activa en la preparación de los requetés de Andalucía y, por encargo de sus jefes, en la organización de ciertas importaciones portuguesas en la frontera de Huelva, por lo que en los comienzos del verano de 1936 marchó a Portugal, donde le sorprendió el Movimiento. Al estallar éste pretendió, con otros compañeros, entrar en España, sin poder lograrlo por no haber sido tomado todavía el inmediato pueblo de Ayamonte; y habiendo fracasado su intento de cruzar la frontera por mar en una gasolinera que estuvo a punto de zozobrar, salieron hacia Fuentes de Oñoro, logrando entrar por Salamanca el 23 de julio.
Alvear se alistó en el acto como voluntario, en su calidad de alférez de complemento de Caballería, no obstante su edad y los ocho hijos pequeños que había dejado en su casa. Trabajó febrilmente en la organización de la columna del comandante Doval, del que fue designado ayudante, columna que se preparaba a salir con dirección a Madrid.
A pesar de que, por su cargo de jefe provincial de Córdoba, pudo quedarse en Burgos, en la Comisaría General del Tradicionalismo, no quiso permanecer en la retaguardia, saliendo a enfrentarse con los enemigos de sus ideales. En varias ocasiones había afirmado:
«En esta persecución marxista, no me gustaría morir víctima del odio de clases; pero si en el campo de batalla caigo luchando contra los enemigos de Dios y de mi Patria, bendita sea la herida que contribuye a la salvación de España.»
Y cuando, para que obrase con prudencia, le recordaban que tenía ocho hijos, solía decir:
«Prefiero hijos sin padre a hijos sin Patria. Si muero defendiendo la causa de Dios, ya Él se cuidará de ellos.»
El 31 de julio, al ser intentada la toma de Navalperal de Pinares, ante un enemigo fuertemente atrincherado y muy superior en número y armamento, Alvear —que se distinguió por su valor y elevado espíritu— fue herido en una pierna, negándose a ser evacuado. Engrosado el enemigo por poderosas fuerzas salidas de Madrid, se hizo conveniente la retirada. En medio de un vivísimo tiroteo, el comandante pidió un voluntario para trasmitir una orden, atravesando la zona más batida. José María Alvear, a pesar de hallarse herido, se levantó de un salto, siendo alcanzado por una bala en la frente y quedando el cadáver en poder del enemigo. Exhumado más tarde, fue trasladado al panteón familiar de Montilla.
Pérez de Olaguer, Antonio: Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana (Suplemento 1936 - 1939. 1.ª parte). Espasa-Calpe. pp. 341-342.
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